El Bluetooth es una tecnología de conectividad que, aun siendo algo vieja, aún tiene sentido en este 2024. Cuando conectamos el stylus del ipad, unos auriculares inalámbricos, el teléfono al Android Auto del coche, …usamos esta tecnología. Pero, ¿de dónde proviene su nombre? En este artículo encontrarás la respuesta.
936. Harald Blåtand, el rey vikingo que transformó Escandinavia
En una fría mañana del año 936 d.C., entre los muros de madera de la fortaleza real danesa de Jelling, nacía un niño destinado a cambiar el curso de la historia nórdica. Harald Gormsson, hijo del rey Gorm el Viejo y de la reina Thyra Dannebod, llegaría a ser conocido como Harald Blåtand, un nombre que resonaría a través de los siglos por motivos que ni el más sabio de los vikingos podría haber profetizado.
Harald Blatand y el Bluetooth
El joven príncipe creció en un mundo de contrastes: por un lado, las antiguas tradiciones vikingas, con sus sagas, sus dioses y sus incursiones marítimas; por otro, las nuevas influencias cristianas que comenzaban a filtrase desde el sur. Su aspecto físico era distintivo entre los nórdicos: mientras la mayoría lucía cabellos rubios y piel clara, Harald destacaba por su tez morena y pelo oscuro como el ala de un cuervo. Esta peculiaridad le valió el apodo de «Blåtand» – ‘Blå’ por su coloración oscura y ‘tand’ que significaba «gran hombre». Sin embargo, los rumores en los salones de hidromiel susurraban otra historia: que el príncipe había nacido con un diente de color azulado debido a la eritroblastosis fetal, una condición que, siglos después, los historiadores debatirían con fascinación.
Cuando Harald ascendió al trono en 958, tras la muerte de su padre, heredó un reino fragmentado por luchas internas y amenazado por poderes externos. Los jarls (nobles) daneses mantenían una independencia feroz, y las tensiones entre paganos y cristianos amenazaban con desgarrar el tejido social. Sin embargo, el joven rey demostró poseer una visión política extraordinaria y una habilidad diplomática que lo distinguiría de sus predecesores.
970. La transformación de un reino
Las piedras rúnicas de Jelling, que aún hoy se mantienen en pie como testigos mudos de aquella época, narran la historia de sus logros más significativos. En la mayor de ellas, Harald dejó grabado su orgullo:
«Harald, rey, ordenó hacer estos monumentos en memoria de Gorm, su padre, y de Thyra, su madre – ese Harald que ganó para sí toda Dinamarca y Noruega y convirtió a los daneses al cristianismo».
Harald Blatand
La unificación de Dinamarca no fue una tarea sencilla. Harald empleó una combinación de fuerza militar, alianzas matrimoniales y astucia política para conseguir que los diferentes clanes y regiones aceptaran su autoridad. Construyó fortalezas circulares estratégicamente ubicadas por todo el territorio, las llamadas Trelleborgs, cuyas ruinas aún asombran a los arqueólogos por su precisión geométrica y su ingenio militar.
En 970, su poder se extendió hacia Noruega, convirtiéndose en el primer monarca danés en conquistar estas tierras. Esta expansión no solo aumentó su territorio, sino que estableció las bases para siglos de influencia danesa en la región. Pero quizás su decisión más controvertida y de mayor alcance fue su conversión al cristianismo y su determinación de cristianizar a su pueblo.
La leyenda cuenta que Harald, inicialmente escéptico ante la nueva fe, exigió una prueba de la superioridad del dios cristiano. Un monje llamado Poppo aceptó el desafío y, según las sagas, cargó un hierro al rojo vivo sin sufrir quemaduras. Este «milagro» habría convencido al rey, aunque los historiadores modernos ven en esta conversión una brillante jugada política para alinear a Dinamarca con las poderosas naciones cristianas del sur.
1996. De las sagas vikingas a Silicon Valley: la revolución del Bluetooth
Mil años después, en las modernas oficinas de Intel en Silicon Valley, Jim Kardach se encontraba inmerso en la lectura de The Long Ships, la épica novela de Frans G. Bengtsson que narraba las aventuras vikingas durante el reinado de Harald Blåtand. Como ingeniero principal de Intel, Kardach lideraba un proyecto ambicioso: desarrollar un estándar universal para la comunicación inalámbrica entre dispositivos.
Jim Kardach
El ambiente en el sector tecnológico de los años 90 no era muy diferente al de la Dinamarca medieval: diferentes reinos corporativos (Intel, Ericsson, Nokia, Siemens) competían por imponer sus propios estándares de comunicación inalámbrica. La industria necesitaba un Harald moderno que unificara estos territorios digitales fragmentados.
La génesis de una revolución tecnológica
En las reuniones del consorcio tecnológico, Nils Rydbeck, el carismático director de tecnología de Ericsson, y Johan Ullman, un brillante ingeniero de la misma empresa, presentaron su visión de un futuro donde los dispositivos se comunicarían sin cables. La idea era revolucionaria, pero necesitaba un nombre que capturara su esencia unificadora.
Fue durante una de esas largas noches de trabajo cuando Kardach, aún cautivado por la historia del rey vikingo, tuvo su momento eureka. «Si Harald Blåtand pudo unificar pueblos enemistados bajo un mismo estandarte, ¿por qué no podríamos nosotros unificar las comunicaciones bajo un estándar común?», propuso a sus colegas. La analogía era perfecta: así como el rey danés había sido un puente entre el paganismo y el cristianismo, entre diferentes pueblos y culturas, esta nueva tecnología sería un puente entre diferentes dispositivos y sistemas.
El simbolismo se extendió hasta el diseño mismo del logotipo. Las runas nórdicas Hagall (H) y Berkanan (B), iniciales de Harald Bluetooth, se fusionaron en un elegante símbolo que hoy reconocen instantáneamente miles de millones de personas en todo el mundo. Cada trazo del logo cuenta una historia: la fusión de lo antiguo y lo nuevo, de lo analógico y lo digital.
2024. El legado del Bluetooth que trasciende el tiempo
Es fascinante pensar que cada vez que alguien conecta unos auriculares inalámbricos o transfiere un archivo entre dispositivos, está, sin saberlo, rindiendo homenaje a un rey vikingo del siglo X. El legado de Harald Blåtand ha trascendido de maneras que ni él mismo podría haber imaginado: de unificar pueblos vikingos a unificar la tecnología global.
Las piedras rúnicas de Jelling siguen en pie, testigos silenciosos del paso del tiempo, mientras que en nuestros bolsillos, el símbolo de Bluetooth continúa la misión unificadora de aquel rey de piel morena y, quizás, diente azul. La historia de Harald Blåtand y el Bluetooth nos recuerda que la innovación más revolucionaria puede encontrar su inspiración en el pasado más remoto, y que los grandes líderes, sean reyes vikingos o ingenieros de Silicon Valley, comparten una misma visión: la capacidad de ver unidad donde otros ven división.
En cada conexión Bluetooth que se establece hoy en día, resuena el eco de aquellas palabras grabadas en piedra hace más de mil años: la visión de un mundo más conectado, más unificado, más universal. Y así, la saga de Harald Blåtand continúa escribiéndose, no ya en piedras rúnicas, sino en miles de millones de dispositivos digitales en todo el planeta.