Esta es la historia del centro de inteligencia más grande de la Segunda Guerra Mundial, Bletchley Park, hogar de Alan Turing durante muchos años, y el secuestro de la máquina Enigma, usada en el cifrado de las comunicaciones entre alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
1938. La adquisición de Bletchley Park
A finales del verano de 1938, mientras las nubes de una nueva guerra se cernían sobre Europa, una escena peculiar se desarrollaba en el campo de Buckinghamshire. Un grupo de hombres vestidos con trajes oscuros caminaba metódicamente por los terrenos de una mansión victoriana, sus pasos crujiendo sobre los senderos de grava mientras evaluaban la propiedad. Esta era Bletchley Park, y estos hombres de la Escuela Gubernamental de Códigos y Cifrado (GC&CS) estaban a punto de transformar esta elegante finca rural en lo que se convertiría en la instalación de descifrado de códigos más sofisticada del mundo.
La mansión, construida en 1883, había pertenecido a Sir Herbert Samuel Leon, un acaudalado financiero recientemente fallecido. Su ubicación era perfecta: a solo 80 kilómetros al norte de Londres, convenientemente situada en la intersección de la principal línea ferroviaria que conectaba Oxford y Cambridge, y la ruta de alta velocidad de Londres a Birmingham. La selección de la finca no fue un accidente; estas conexiones ferroviarias resultarían cruciales en los años venideros.
El Comandante Alastair Denniston, jefe del GC&CS, vio algo en Bletchley Park que otros podrían haber pasado por alto. Las numerosas habitaciones de la mansión podían albergar al creciente número de descifradores de códigos que necesitaría reclutar, y sus extensos terrenos ofrecían espacio para la expansión. El gobierno compró la propiedad por 7.500 libras esterlinas, una suma que resultaría ser quizás la inversión más astuta en la historia militar británico.
1939. Un cuartel criptográfico y la llegada de la guerra
Al amanecer de 1939, comenzó la transformación. Las elegantes salas fueron despojadas de sus muebles victorianos y repletas de escritorios, archivos y dispositivos computacionales primitivos. El establo se convirtió en oficinas, y las primeras de muchas cabañas de madera comenzaron a brotar por los terrenos como hongos después de la lluvia. Estas humildes estructuras, designadas por números, albergarían algunas de las mentes más brillantes de Gran Bretaña.
El proceso de reclutamiento fue diferente a cualquier cosa vista antes o después. Denniston y sus colegas escudriñaron las universidades de Oxford y Cambridge, pero no buscaban perfiles militares tradicionales. Buscaban campeones de ajedrez, entusiastas de los crucigramas, lingüistas y matemáticos. Se publicó un crucigrama críptico en el Daily Telegraph, y aquellos que podían resolverlo en menos de 12 minutos eran invitados a una entrevista. Este enfoque poco ortodoxo reunió una extraordinaria colección de talentos.
Entre las primeras llegadas estaba un joven matemático llamado Alan Turing. Llegando en septiembre de 1939, justo cuando Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania, Turing trajo consigo ideas revolucionarias sobre máquinas y computación. Se le unieron Gordon Welchman, un matemático de Cambridge; Joan Clarke, una brillante criptoanalista que más tarde se comprometería brevemente con Turing; y Hugh Alexander, el campeón británico de ajedrez.
Estos individuos, junto con miles de otros que eventualmente trabajarían en Bletchley Park, enfrentaron una tarea aparentemente imposible. El ejército alemán estaba utilizando un dispositivo criptográfico llamado Enigma, una máquina compleja que podía crear códigos de sofisticación sin precedentes. Cada mañana, los operadores alemanes configuraban sus máquinas Enigma según ajustes predeterminados, y desde ese momento, cada mensaje que enviaban estaría encriptado de una manera que tenía millones y millones de combinaciones posibles.
El trabajo en Bletchley Park en aquellos primeros días era agotador y a menudo frustrante. Los descifradores de códigos trabajaban en turnos las 24 horas del día, alimentados por interminables tazas de té y el conocimiento de que cada minuto podía significar la diferencia entre la vida y la muerte para las fuerzas aliadas.
Pero a pesar de sus mejores esfuerzos, a principios de 1941, la situación se estaba volviendo desesperada. Los submarinos alemanes estaban causando estragos en el Atlántico, hundiendo barcos aliados más rápido de lo que podían construirse. Los comandantes de submarinos estaban usando una versión particularmente sofisticada de Enigma, y mientras Turing y sus colegas habían progresado en romper otras variantes del código, la Enigma naval permanecía en gran parte impenetrable.
1941. Un terrible error que ayudó a parar el conflicto: Enigma
Entonces llegó el 9 de mayo de 1941, una fecha que resultaría fundamental en la historia de la Segunda Guerra Mundial, aunque su importancia permanecería en secreto durante décadas. Esa mañana, en las frías aguas del Atlántico Norte, el submarino alemán U-110 emergió para atacar un convoy aliado. Lo que siguió fue una secuencia de eventos que parecían sacados de una novela de suspense, pero cada palabra que viene a continuación es verdadera.
El destructor británico HMS Bulldog, parte de la escolta del convoy, avistó el submarino e inmediatamente se movió para atacar. En la batalla, las cargas de profundidad dañaron el U-110, forzándolo a emerger.
La tripulación alemana, siguiendo el procedimiento estándar, intentó hundir su nave antes de ser arrestados, pero en su prisa por abandonar el barco, no completaron la destrucción de su equipo secreto. El comandante del submarino, Fritz-Julius Lemp, se dio cuenta de este error devastador demasiado tarde. Se dice que intentó nadar de vuelta al submarino, pero desapareció en el intento, tragado por el mar.
Un grupo de abordaje del Bulldog, dirigido por el Subteniente David Balme, subió a bordo del submarino abandonado. Lo que encontraron dentro superó sus expectativas: una máquina Enigma intacta, completa con sus libros de códigos actualizados, hojas de configuración y tablas de cifrado. La importancia de este descubrimiento era tan grande que se ordenó al grupo de abordaje continuar su trabajo incluso mientras otros submarinos alemanes probablemente estaban en el área y podían atacar.
Los materiales capturados fueron enviados rápidamente a Gran Bretaña bajo condiciones de absoluto secreto. Cuando llegaron a Bletchley Park, fueron como agua en el desierto. Los libros de códigos y configuraciones proporcionaron información inmediata sobre el sistema Enigma Naval. Más importante aún, confirmaron gran parte del trabajo teórico que Turing y sus colegas habían estado desarrollando.
Semanas después de recibir estos materiales, la capacidad de Bletchley Park para leer las comunicaciones de los submarinos mejoró considerablemente. Para finales de 1941, las pérdidas de barcos aliados habían disminuido significativamente, y la marea de la guerra naval comenzó a cambiar.
1945. El fin de la Guerra
Los alemanes nunca supieron que su secreto había sido comprometido. Creían que el submarino U-110 se había hundido con todos sus secretos intactos, y continuaron usando sus máquinas Enigma confiando en su seguridad, sin saber que estaba comprometida. Esta excesiva confianza resultaría ser uno de sus mayores errores estratégicos de la guerra.
La captura de los materiales Enigma del U-110 se erige como uno de los golpes de inteligencia más significativos en la historia militar. Fue un momento crucial que ayudó a transformar Bletchley Park de una operación de descifrado de códigos en apuros en la fábrica de inteligencia más exitosa de la Segunda Guerra Mundial. El trabajo realizado allí, catalizado por los materiales capturados aquella mañana de mayo, finalmente salvaría innumerables vidas y acortaría la guerra en aproximadamente dos años.
NOTA: Este post también ha sido publicado en la sección Bits de Historia del substack naukabits.substack.com. Lo puedes encontrar en https://open.substack.com/pub/historiasdebits/p/1941-bletchley-park-turing-y-el-u?r=4amrl2&utm_campaign=post&utm_medium=web&showWelcomeOnShare=true
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